Habitación 212

CIRCULO DE BELLAS ARTES MADRID

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Hora inicio:

Richard (Vincent Lacoste) y María (Chiara Mastroianni) tenían veinte años y estaban locamente enamorados cuando se casaron. Después de 20 años de matrimonio, Richard descubre que María tiene un amante y ella se marcha del domicilio conyugal. Sin embargo, María, consumida por la culpa, tampoco se aleja demasiado. Se traslada a la habitación 212 del hotel que hay frente a su casa y, desde allí, observa a su marido día tras día. Inevitablemente, termina preguntándose si ha tomado la decisión correcta o si, por el contrario, ha cometido un gran error. La coreografía de sus interacciones se trenza a la manera de una pieza musical aunque (casi) nadie cante: cada dúo encuentra el modo de recitar su cuplé al hilo de permutaciones lúdicas, de dar sus réplicas como dejadas al piano, de montar su número número de pasillo, número de dormitorio, al son de una sonata, en la barra de un bar. La mejor idea de la película es ofrecer por decorado esta habitación de hotel coqueto, espacialización del espacio mental de la heroína que desvela su doble fondo a medida que surgen los personajes, así como ese dispositivo endiabladamente pródigo en ficciones que es la ventana con vista al domicilio conyugal, para un mejor balance del estado del matrimonio. (Sandra Onana, Libération)

Richard (Vincent Lacoste) y María (Chiara Mastroianni) tenían veinte años y estaban locamente enamorados cuando se casaron. Después de 20 años de matrimonio, Richard descubre que María tiene un amante y ella se marcha del domicilio conyugal. Sin embargo, María, consumida por la culpa, tampoco se aleja demasiado. Se traslada a la habitación 212 del hotel que hay frente a su casa y, desde allí, observa a su marido día tras día. Inevitablemente, termina preguntándose si ha tomado la decisión correcta o si, por el contrario, ha cometido un gran error. La coreografía de sus interacciones se trenza a la manera de una pieza musical aunque (casi) nadie cante: cada dúo encuentra el modo de recitar su cuplé al hilo de permutaciones lúdicas, de dar sus réplicas como dejadas al piano, de montar su número número de pasillo, número de dormitorio, al son de una sonata, en la barra de un bar. La mejor idea de la película es ofrecer por decorado esta habitación de hotel coqueto, espacialización del espacio mental de la heroína que desvela su doble fondo a medida que surgen los personajes, así como ese dispositivo endiabladamente pródigo en ficciones que es la ventana con vista al domicilio conyugal, para un mejor balance del estado del matrimonio. (Sandra Onana, Libération)

Sesiones con guardería

Sesiones de madrugada